miércoles, 18 de abril de 2012

EDUCACIÓN ALIMENTARIA: INTRODUCCIÓN


EDUCACIÓN ALIMENTARIA: INTRODUCCIÓN.

¿Qué motiva a las personas a interesarse por su alimentación? Aunque este interés puede generarse a partir de múltiples factores, por norma general, estas  motivaciones  suelen ser:

-          La aparición de trastornos, diversas patologías o  enfermedades.
-          Preocupación por el aspecto físico.

Se deduce que:

-          En el primer caso, se concibe la alimentación como un factor ligado a la salud, ya que se empiezan a sufrir diversas consecuencias y comienza a tenerse en cuenta.

-          En el segundo caso, continúa sin asociarse la alimentación como un factor que forma parte de la salud, y por lo tanto el sujeto solo se preocupa en buscar soluciones por mejorar su aspecto físico, olvidándose de su salud y pudiendo comprometer la misma.

Se suele recurrir a:

-          Especialistas. Al concebirse la anomalía o el origen del padecimiento como algo asociado a la alimentación, se acude a un profesional de la salud para tratar el problema.

-          Dietas folklóricas o milagrosas, consejos de personas no cualificadas, fuentes de información no fiables y otras soluciones rápidas. Al no asociarse el problema del aspecto físico con la salud, no se tiende a buscar soluciones profesionales, ya que el problema se concibe como algo personal. Buscar el normopeso es una motivación de carácter social o cultural.

Hay que tener claro el siguiente concepto; tanto el exceso como la falta de peso está considerada una enfermedad  que puede acarrear diferentes problemas, y por tanto debe ser tratada como tal. Es por ello que debemos acudir a profesionales.

La educación alimentaria sirve para concienciarse y saber. Al igual que tenemos en mayor o menor medida conocimientos a cerca de otros hábitos cotidianos es importante tener una base en relación a la alimentación, que es un importantísimo factor que contribuye a la salud. Nos facilita tomar hábitos saludables, y debe ser ante todo una medida de prevención.

Es importante, por otra parte, no obsesionarse con ello; tomamos muchas medidas preventivas saludables a lo largo de nuestro día de manera inconsciente o sistemática: nos lavamos las manos antes de comer, nos duchamos a diario o nos abrigamos si hace frío. Son automatismos para los que hemos sido educados y que mejoran la higiene o previenen enfermedades. La educación alimentaria debería formar parte de estos hábitos.

He empezado hablando de las motivaciones.  La motivación ideal e idílica consistiría en que la mayoría de los lectores hubiera llegado hasta aquí con el objetivo de tomar dichos conocimientos conscientes de que esta educación sirve para contribuir a su salud, independientemente de sus circunstancias, pero soy consciente de que la mayor parte se informa bajo otros estímulos.

Por este motivo, estar educado e informado en relación a la alimentación no solo puede ayudar a alcanzar el objetivo del bienestar físico; evita recaídas,  mejora la salud evitando malestares y enfermedades, y se aprende a valorar tu experiencia con profesionales, indispensables para tratar anomalías alimentarias y educar.

La educación alimentaria es, por tanto, la piedra angular tanto en un proceso de prevención como en un proceso de tratamiento.